Turismo en Teherán: Selfies, cirugía y el tinder iraní.

Primer viaje a Teheran, la capital mundial de la obsesion por la belleza.

Relato sesenta y cuatro "Living la vida Georgia" 24 Mayo, 2019
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Turismo en Teherán: Selfies, cirugía y el tinder iraní.

Desde las tres de la mañana estuve peleando por una visa en el aeropuerto, así que, mi llegada a Teherán en taxi, a velocidades supersónicas ya experimentadas en el Cáucaso, me supo a victoria.

El amanecer sacudía la ciudad, mientras que yo andaba absorta viendo las nevadas cumbres, que parecían coronar la ciudad desde todos los ángulos. De vez en cuando, aparecían pinturas murales gigantes de los ayatolahes en blancas fachadas, haciendo que quisiese desenfundar mi cámara de fotos, y tratar de captar con ella, lo que había en aquella ciudad castigada por la comunidad internacional y donde la religión prodiga valores de humildad y modestia. Pero no lo hice hasta más tarde. Opté por dejar que la ciudad me atacase, desde donde ella quisiese y pronto me di cuenta que, esta ciudad tenia ganas de gritar y de hablar conmigo y, sin preguntarme porqué sí, o porqué no, me puse a escuchar.

La impresionante mezquita del imán Jomeini fue el escenario de mi primera toma de contacto con la hospitalidad iraní, y tras aceptar unos caramelos, una conversación se instauró con una naturalidad asombrosa. Una chica vestida de un riguroso negro, con su hijab reposando en su espalda, me enseñó orgullosa sus fotos de instagram en las que aparecía sin velo y, con coloridos y escotados vestidos, en fiestas privadas.

Mi asombro fue en aumento. A mi, me habían contado que los conciertos, las discotecas, la música en la calle y los clubs nocturnos habían desaparecido con la Revolución Islámica allá por el 74. A partir de esta fecha, las mujeres fueron obligadas a llevar el hijab, y la segregación de las mujeres en las bibliotecas, los gimnasios y las cafeterías fue necesario. Esto continuaba así, pero rascando un poco en la superficie había algo mas.

Me hablaron del Dor Dor, el tinder iraní en el cual, cuando se cierne la noche, cientos de jóvenes conductores recorren las avenidas de la ciudad en busca de chicas que aceptan subir abordo de coches de lujo, la mayor de las veces alquilados, con la esperanza de poder acercarse al sexo opuesto, en todo un ceremonial cargado de miedos, prejuicios y tabúes.

Conforme avanzaban mis días en la capital iraní, más me daba cuenta de la singularidad de esta ciudad.

En el metro, mientras una chica colgaba la atrevida ropa que vendía por todo el vagón, aprendí, gracias a otra conversación, que Irán es el pais que tiene la tasa más alta de cirugía de nariz o de rinoplastia en el mundo. Una recatada profesora de inglés me indicó, mientras señalaba a su ultra maquillada vecina, que vestirse de rojo y pintarse así, no es decoroso ya que llama la atención de los hombres y me habló de la obsesión de las mujeres iraníes por reducir el tamaño de su nariz y hacer que la punta apunte hacia arriba.

La ciudad continuó hablándome. Las chicas pasaban a mi lado con su hijab, luciendo orgullosas los ultimos apósitos de su rinoplastia. Hasta llegué a saber cual es el truco para conseguir los 200 millones de ríales que cuesta pagar la cirugía. Una señora con un rostro un tanto inexpresivo, cargado a reventar de maquillaje, me contó, mientras sorbíamos un smoothie que, simplemente, hay que acudir al banco para que te preste dinero para comprar un automóvil. Después de venderlo puedes utilizar ese dinero para hacer que tu nariz se vea de la forma que quieras, me dijo con una mueca en su sonrisa.

De las muchas formas en que los ideales revolucionarios han fracasado en la república islámica, tal vez, ninguna sea más visible que la obsesión iraní por la cirugía plástica, los selfies y el maquillaje.

Asi que, estamos tardando. ¿Para cuando otra revolución?

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