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Un artículo de una revista de viajes, nos puso tras la pista de todos los lugares de interés, de la magnifica región de Borgoña. A los ocho días de mi llegada a París, mi nieta, mi hija y yo, nos dirigimos rumbo al sur, una mañana soleada de finales de octubre.
Tras un apasionante viaje en coche, por la campiña francesa, llegamos al hospicio de Beaune. La reseña no nos defraudó en absoluto. Un par de edificios, con ventanas abuhardilladas de dos pisos, estaban dispuestos alrededor de un bonito patio de piedra. Posiblemente, lo que más nos fascinó fue este patio interior, donde convergen todas las habitaciones, en esta maravilla del siglo XIV. El ambiente místico del hospital para pobres, nos dejó sin habla. Estuvimos paseando por todas las salas, rodeados por maniquíes representando a las bondadosas monjas, que una vez atendieron a los que podían, y a los que no podían, pagar sus servicios. En diferentes alas, las personas mayores, discapacitadas y enfermas, los huérfanos, las mujeres a punto de dar a luz y los indigentes fueron acogidos aquí para recibir tratamiento y refugio. La visita continuó, examinamos sus enormes cocinas, y seguidamente, la antigua farmacia donde un enorme mortero, en el que machacaban los medicamentos, llamó mi atención. El broche de oro del hospicio lo puso la hermosa capilla, donde se rezaba y la sala de San Luis, con sus cofres de madera y grabados en metal.
Con la cabeza todavía en el hospicio, entramos por las calles estrechas de Châteauneuf-en-Auxois, donde los ricos mercaderes construyeron sus casas y Luis XIV, regaló un impresionante castillo a su hijo mayor. Después de visitarlo detenidamente y maravillarnos ante su espléndido torreón, terminamos la ronda de visitas de ese día con el castillo de Commarin, otro apasionante castillo, flanqueado por dos alas, acabadas en una gran torre redonda del siglo XIV. Visitamos las caballerizas y la cocina, y nos dejamos cautivar por la riqueza de su decoración interior y su colección de tapices.
Como salida de otros tiempos, con casas con fachadas cubiertas con verdes enredaderas, tuvimos la suerte de continuar el día siguiente visitando otra ciudad de esta histórica región. Semur en Auxois nos recibió con su aire medieval, y sus tonos cremas y ocres recreándonos la vista, al igual que con el estupendamente conservado castillo de Bussy-Rabutin del siglo XIV perteneciente a aristócratas de Borgoña.
Durante toda nuestra estancia en la provincia, famosa en todo el mundo por su vino, visitamos muchos pueblos pintorescos y fabulosos castillos al igual que muchas catedrales y abadías, testigos de un gran esplendor. Fue una semana completa de emociones. El ultimo día la suerte estuvo de nuestro lado, al tener la grata oportunidad de visitar la abadía de Fontanay, fundada por San Bernardo en 1118. Esta inigualable joya del medievo tuvo su apogeo entre los siglos XII y XV, con más de 200 monjes viviendo en completa autarquía. Estuvimos imaginando la vida de estos monjes mientras recorríamos sus antiguos recovecos, vimos como la noria todavía sigue rodando y pudimos hasta tocar una barra de hierro, de unos 20 centímetros forjado por aquellos hombres que se dedicaban a la metalurgia, la agricultura y la ganadería. Fue la visita más completa que hicimos, disfrutamos cada momento, desde la contemplación de la maravillosa ubicación de la abadía, perdida en las montanas, hasta las imponentes vidrieras del edificio, pasando por la impresionante fuente con cascada, la cerrajería, el claustro o el árbol gigantesco que dominaba la entrada.
No pudo haber mejor colofón, en la capilla de la abadía tuve un momento de recogimiento, allí postrada ante Notredame de París, recé y pedí por todos, con esa oración que repito desde que era un niña. Me sentí feliz de poder compartir tanta belleza con mi hija y también me sentí afortunada al pasear cogida de la pequeña mano de mi nieta y acompañarla para que ella pasee, sus muñecas vestidas de princesas por estos lugares. Posamos descaradamente para congelar esos instantes y convertirlos en fotografías, para poder mas tarde, vengarnos de nuestra memoria que nos traiciona, procurando que esos preciosos momentos no se desvanezcan en el tiempo.
Acabamos un inolvidable viaje sin remordimientos. Tras ver todo lo que la vista pudo alcanzar, sentir todo lo que nuestro alma pudo sentir y querer todo lo que el corazón pudo querer. Solo me queda decir gracias.