La Ballena Azul

Las peores tragedias son las que nunca acaban.

Decimoséptimo relato "Living la vida Georgia" 25 de agosto, 2017

Entre ruidos de secadores de pelo y olores de permanentes andaba hablando por teléfono con mi hermana, de cosas tan triviales, como la horrible picadura de abeja que llevaba en mi espalda. Cuando colgué, una voz proveniente, desde detrás de mi hombro derecho, me indicó que aplicar unas hojas de salvia, en el picotazo, haría disminuir mi malestar. Me sorprendí al escuchar este consejo, más que nada, porque primero, era en castellano y segundo, porque estaba enredado en un acento, un tanto particular. Me giré y vi a una señora de mediana edad, con los cabellos alborotados, esperando pacientemente, que el tinte hiciese su efecto.

Rápidamente entablamos una conversación, que naturalmente empezó, cuando yo le pregunté, por el lugar, donde había aprendido a hablar castellano. Sin darme cuenta, me vi inmersa en su vida. Con iguales dosis, de frialdad y de ternura, me fue relatando, como la ausencia de oportunidades y la lucha por la supervivencia, hicieron, que tras la guerra, se marchase en busca de una mejor vida para los suyos, primero a Grecia, y luego, a Jaén. En muy poco tiempo, su vida basculó, me contó, cómo de contable, en una gran fabrica soviética, a las afueras de Kutaisi, pasó a trabajar en un pais extraño, en el campo recolectando aceituna. Me siguió narrando su vida, yo le pedía detalles y ella, a su vez, amablemente me los daba. Con una sinceridad espantosa me relató, que su permanencia en Kutaisi, se debía, simplemente, a que su nieta había intentado suicidarse.

Me sentí petrificada en el sillón, sintiéndome culpable de haber empezado la conversación. Ella notó mi incomodidad, pero continuó su relato. Su nieta con, tan solo, 14 años, retraída y con problemas de comunicación, encontró refugio en su mundo, se volcó en su ordenador y comenzó un juego muy peligroso llamado "La Ballena Azul". Unos administradores canallas, aprovechando el alcance y el anonimato de la red, desafían a los que se atreven a jugar, proponiendo macabros retos, a personas mentalmente inestables. Su nieta empezó viendo horribles videos, que le eran designados, se clavó varias agujas en las piernas y brazos, estuvo varias horas en el puente, que une las dos orillas del Rioni, mirando al vacío y así, una tras otra, completó las 49 tareas, que los administradores del juego le propusieron. La definitiva y última fue, que se debía lanzar, desde un quinto piso al abismo. El destino quiso, que el mismo día, en que los torturadores eligieron, para acabar su siniestro juego, su abuela regresara, desde su exilio y evitara, casi por casualidad, el drama.

Desde entonces no ha podido dejarla, vive como su angel guardián, velando por ella y temiendo, que un día acabe el maldito juego. El sufrimiento de Ulises, el héroe mítico que afrontó innumerables adversidades y peligros, lejos de sus seres queridos se queda corto, ante tamaña empresa. Penélope su esposa, y su hijo Telémaco, sufrieron esperándole durante veinte años, pero una vez que Ulises logró regresar a Ítaca, la tragedia griega llegó a su fin.

Las peores tragedias son las que nunca acaban. Sé que las personas excepcionales están llenas de cicatrices, y que, como Bertolt Brecht dice, los que luchan toda la vida, son los imprescindibles, pero hoy tengo ganas de regresar a casa y de quejarme de esta vida, donde la dura realidad, por más que queramos lo contrario, siempre supera a la ficción.

Perro mundo.