El Chacha en Georgia no es un baile.

El orujo nacional georgiano

Sexto relato "Living la vida Georgia" 8 de junio, 2017

Pasamos el día recorriendo la fortaleza de Narikala y las sorprendentes calles del viejo Tbilisi. Amiran nos sirvió de guía y anduvo introduciéndonos en la historia y la cultura local. Sin darle pie a ello, nuestra conversación se tornaba, insistentemente, hacia el Chacha georgiano, un licor proveniente de la destilación de la uva, reputado por su sabor y su alta graduación.

Nos contó que en los pueblos georgianos, el Chacha no se usaba como bebida, sino como un remedio curativo y que esta tradición se mantiene en muchas familias donde siempre se dispone de una botella, delicadamente, conservada para el tratamiento de heridas, picaduras, dolor de dientes o intoxicación y que no podíamos marcharnos a Kutaisi, nuestro próximo destino, sin probarlo.

Metidos en el coche, y ya de noche, nos dirigimos a velocidades excesivas hacia el restaurante donde nos dimos cita todos los insensatos, que habíamos sido invitados a la cena. La supra ya había comenzado. La mitad de los comensales ya estaban devorando los incontables platos que allí se disponían. Tras breves presentaciones nos sentamos en la mesa. Segundos más tarde, Amiran señaló una botella de cristal con líquido transparente y con una sonrisa picarona nos dijo que habíamos tenido suerte.

El músico, estridentemente, a un volumen demencial, se ocupaba de repertoriar todos las canciones georgianas sin percatarse que la comunicación en la mesa se volvía imposible. Solo se podían hacer dos cosas: comer y beber.

Cuando el músico descansaba, levantábamos los vasos y brindábamos en sucesivos tamales, o brindis georgianos, se nos daba la bienvenida al pais, y los que ya estaban borrachos aprovechaban para arremeter contra Rusia.

Repetimos el proceso infinidad de veces mientras la sonrisa en nuestra cara crecía.

El viaje de regreso al hotel fue rápido. La velocidad del coche no parecía la misma, flotábamos y nuestro corazón comenzó palpitar con entusiasmo al explorar las calles arboladas y los edificios de la época zarista, lugares que habíamos visto antes, pero que después de varias rondas de chacha nos parecían, totalmente, diferentes.

A la mañana siguiente, mientras nos preparábamos para ir a Kutaisi, con un soberano dolor de cabeza, Amiran apareció ofreciéndonos un par de botellas de plástico rellenas de Chacha, se excusó por haber abandonado pronto la fiesta la noche anterior y a modo de despedida para él y amenaza para nosotros, nos dijo que la próxima vez que viniésemos a Tbilisi tendríamos que celebrarlo adecuadamente.