Los teleféricos soviéticos moribundos de Chiatura.

Teleféricos, guerra fria y cintas de video.

Trigésimo relato "Living la vida Georgia" 8 diciembre, 2017

En mi casa, por motivos económicos, no tuvimos el dilema entre Beta, 2000 o VHS a la hora de elegir el sistema para el reproductor de video. Un día, cuando el Beta y el sistema 2000, habían más que sucumbido, apareció no recuerdo quién, con un reproductor de video VHS casi nuevo, abriendo un abanico de posibilidades en el ocio de la familia. Nuestra dicha fue enorme, ya que a partir de ese momento se pudo elegir el programa en la televisión, en esas largas noches de invierno en la que nos reuniamos en torno a la enorme estufa de gas.

Estropeamos varias cintas con eventos familiares importantes confundiéndolas con una cinta virgen, donde gravábamos, ya que nunca llegábamos a tiempo, o no había espacio suficiente, trozos de videoclips musicales, y películas sin final. Ir al videoclub, todos los días, era prohibitivo así que por las noches esperábamos, como agua de mayo, a mi hermano con la película que le había prestado su amigo para poder inmiscuirnos en una película con final y sin anuncios.

Su amigo tenía, entre otras, todas las películas de Alfred Hitchcock y noche tras noche, turnándonos el sofá y la alfombra, disfrutamos con las intrigas del maestro del suspense. Vimos Vértigo, La soga, Psicosis y todos al unísono recuerdo como con "El asesino de la corbata", donde desde el minuto uno se sabe quien es el culpable, nos retorcíamos sufriendo cuando el director nos llevaba mediante su maestría a ver como se acusaba a otros.

El agente, con licencia para matar, 007 también tuvo su momento de gloria en "los ciclos" que mi hermano programó. En medio de los servicios secretos británicos, el Dr. No y las chicas Bond, pudimos ver y sentir esos aires de misterio y oscuridad que envuelven estas películas y un periodo de la historia en el que dos grandes bloques, el americano y el soviético, se enfrentaron en un conflicto secreto y silencioso. Fue justo ese mismo ambiente, el de guerra fría, el que percibí nada más llegar a Chiatura, la ciudad de los teleféricos, aquí en Georgia.

Chiatura, es una ciudad minera construida alrededor de una profunda garganta. Ante tal topografía los mineros pasaban una gran parte de su tiempo caminando desde la ciudad a las minas de manganeso, reduciendo la productividad por lo que las autoridades soviéticas, en la década de los 50, construyeron más de 17 teleféricos para transportar a los trabajadores desde el centro de la ciudad y alrededores del valle, hasta las instalaciones industriales en las cimas de los acantilados.

Durante la Revolución Rusa de 1905, Chiatura fue el único bastión bolchevique en Georgia. Stalin persuadió a los mineros, siempre cubiertos de hollín, que trabajaban 18 horas al día y dormían en las minas, para que apoyaran al bolchevismo. La ciudad también tuvo un episodio sangriento, ya que en 1906, un tren de oro con los salarios de los mineros fue atacado por los bolcheviques quienes lucharon durante dos horas, matando a un policía y un soldado, y robando 21,000 rublos.

En Chiatura, a orillas del río Qvirila, percibimos una especie de parón en el tiempo, descubrimos una antigua ciudad minera soviética, con edificios industriales deteriorados y proyectos de viviendas de cemento pintadas en tonos pastel. Lo único que perturbaba todo esto, fueron los trabajos de reparación de estos teleféricos, que pendían con cables oxidados. Vimos muchos funcionando y alguno inmóvil, como monumento a una visión optimista de un futuro alternativo tal como lo imaginaron los ingenieros soviéticos.

Lo esperanzador es, que entre todo el ajetreo de los trabajos, se vislumbraba un rayo de esperanza y pudimos distinguir como la achacosa Chiatura parece estar renaciendo de sus cenizas.

Veremos en que película la dejan.

 

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